La Tierra

LOCALIZACIÓN: sector de Sirio
POBLACIÓN: depende del momento histórico
CAPITAL: sin capital definida

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El planeta Tierra es el planeta primigenio de la humanidad y a partir del cual parte toda la acción de la saga. En Yo, robot podemos ver, a través de 9 relatos cómo avanza el desarrollo de la robótica.

En Las bóvedas de acero nos situamos en el siglo XLVII, unos 1.000 años después de los relatos anteriores. En esta ocasión, la Tierra tiene una población aproximada de unos 8.000 millones, mientras que los 50 mundos espaciales tienen unos 5.500 millones. Existe una tensión entre espaciales y terrícolas, que ven a los primeros como una amenaza por su superioridad y soberbia. Los espaciales crean un espacio llamado Espaciopolis (Spacetown) en la Tierra, un lugar cerrado y vigilado al que solo pueden acceder los espaciales. El asunto de los robots es fundamental ya que es otro punto de enfrentamiento entre terrícolas (en contra) y espaciales (a favor). Entre los terrícolas están los medievalistas, grupo de personas de ideología más radical que aboga por las costumbres del pasado y una postura anti-robots. Los espacianos son partidarios de la cultura de C/Fe, es decir, la unión entre el carbono (elemento principal de la materia orgánica) y el hierro (elemento principal de los robots). En este contexto conocemos al terrícola Elijah Baley, protagonista absoluto del ciclo de la Tierra o de los robots.

En Los robots del amanecer se nos presenta una Tierra subyugada al poder de los espaciales, liderados por el planeta Aurora. Tras la derrota del Dr. Amadiro frente a la postura amistosa con los terrícolas del Dr. Fastolfe, se permite a la Tierra volver a colonizar el espacio y hay una apertura por parte de los espaciales. Sin embargo, en Robots e Imperio, el Dr. Amadiro junto al Dr. Mandamus idean un plan diabólico para destruir la Tierra, consistente en volver el planeta radiactivo con el tiempo y hacerlo inservible e inhabitable.

En este contexto (siglo L aproximadamente) es presidente de la Tierra Edgar Andrev. El planeta obtiene sus recursos energéticos en su mayoría del Sol. La energía nuclear es residual a través de la microfusión (unión de nucleos ligeros como el H), diferente a la fisión de uranio o plutonio, caduca y tabú. En la Tierra ya no hay robots, ya que se les relaciona con los mundos espaciales y con la involución de la especie. No hay crímenes ni violencia. Solo quedan unos pocos robots en los campos. Finalmente, los robots R. Daneel Olivaw y R. Giskard Reventlov no evitan la consecución del plan elaborado por el Dr. Mandamus, pero se trata de una decisión deliberada pues entienden que las consecuencias serán beneficiosas para los seres humanos. De esta manera contribuyen a hacer desaparecer la mística de la Tierra que mantiene a los humanos anclados al planeta y permitirá a los nuevos colonizadores extenderse a mayor ritmo por la galaxia, sin ver la Tierra como un Dios arcano.

En la arena estelar narra unos hechos acontecidos en el 5.900 AD aproximadamente. Para entonces, la superficie de la Tierra es prácticamente toda radiactiva y estéril, caracterizada por el color azul de la radiación. El gobierno marca las zonas contaminadas. Una persona si se contamina muere en unos días. En el universo ya hay 4 millones de mundos habitados así que la Tierra no representa un referente en absoluto. Aun así, el protagonista de el libro está estudiando en la universidad de la Tierra.

A partir de aquí, el rastro de la Tierra se pierde en la inmensidad de la galaxia. En Las corrientes del espacio a penas se nombra, únicamente se hace referencia a la superstición popular que dice que es el planeta originario de la humanidad. Esta característica se repite en lo que queda de saga, dando a entender que la importancia y la historia de la Tierra se diluye y su condición de planeta original pasa a ser un mito.

Un guijarro en el cielo es un paréntesis en la historia decadente de la Tierra pues toda la acción sucede en este planeta. En el año 827 EG (aproximadamente el 36.500 AD), se nos vuelve a presentar como un planeta radiactivo e inestable con una población baja de unos 20 millones y con capital en Washenn (antigua Washington). La mayor parte de la acción transcurre en Chica (antigua Chicago). Otras ciudades son Senloo, Senfran o Bonair. Hay muchas bolsas de radiación en todo el planeta, siendo los Himalayas la única zona libre. Allí es donde tiene el palacio el Procurador de la Tierra. Los espaciales tienen miedo de la fiebre de radiación, por lo que se toman excesivas precauciones para visitar los lugares y hablar con sus habitantes. Existe un odio racista hacia los terrestres, que los ven como inferiores, sucios y despreciables en el resto de sector y en la galaxia. Ha habido 3 sublevaciones en dos siglos, sin éxito. La última en el 750, llevando a una guerra civil en el 780. No están permitidos los símbolos exteriores de dominio imperial porque creen que tienen el derecho de gobernar la galaxia. Hay una pugna entre asimilacionistas (moderados que se decantan por la inclusión en la galaxia) y los celotes (nacionalistas extremistas que añoran el dominio pasado y anhelan el del futuro). En el presente gobiernan los celotes. El personaje Bel Arvardan, de Baronn, viaja a la Tierra para encontrar evidencia de un estudio que está realizando con el objetivo de demostrar que se trata del planeta origen del ser humano y de la vida, algo totalmente impopular.

En el ciclo de Trántor o de la Fundación no se nombra apenas el planeta Tierra y no es importante. La acción transcurre muy lejos, en Trántor y otros lugares. Únicamente al final de la saga, en los dos últimos libros, la Tierra vuelve a tomar relevancia de la mano de Janov Pelorat, un historiador especializado en la mitología y el folklore terrícola. Su obsesión es encontrar la Tierra y se une a Golan Trevize en esta misión. A pesar de ello, en Los límites de la Fundación, esto representa una excusa argumental pues el viaje de ambos personajes finalmente no sirve para encontrar la Tierra sino la Segunda Fundación y, en última instancia, Gaia. Finalmente, en Fundación y Tierra, Asimov intenta cerrar la saga de una manera circular y devolver la acción y el punto de mira al planeta original. Así, Trevize y Pelorat dan con la Tierra, totalmente inhabitada debido a su radiación. En su lugar, encuentran al robot R. Daneel Olivaw en la Luna, quien les recibe y les revela el desenlace final de la saga.